No solo es la obra
más famosa de Le Corbusier, también es considerado el auténtico icono de la
arquitectura del siglo XX. De 1929 nadie podria decir al verla que lleva construida 85 años. La concepción de esta casa implicaba un género de
clientes muy especiales. El señor y la señora Savoye tenían algunos contactos
indirectos con el mundo en que se movía Le Corbusier. El matrimonio deseaba una
casa de fin de semana con zona para el servicio y todo lo necesario para
disfrutar del ambiente natural; en lo que concernía al estilo arquitectónico,
no tenían idea preconcebida sobre lo moderno o lo antiguo, luego coincidían
completamente con el arquitecto.
Ubicada en un
amplio terreno arbolado en el valle del Sena, se convierte en la mejor
expresión del uso de los “cinco puntos para una nueva arquitectura” pues el
volumen edificado se levanta del suelo mediante pilotis cilíndricos; su
estructura, independizada de los cerramientos, permite diseñar la fachada de
manera libre, dominando cada paño una ventana longitudinal, que corre a todo lo
largo de su dimensión; el desarrollo de la planta libre acaba en
una terraza jardín, coronada por un solárium protegido del sol por formas curvas
de gran plasticidad.
Le
Corbusier catalogó la casa de “objeto-tipo”, consideró la villa como la
vivienda estandarizada perfecta para personas de élite. Tanto es así que
propuso construir en Buenos Aires, en un barrio, una agrupación de veinte Villa
Savoye, todas con su respectivo acceso de vehículos de trazado curvo.
Le
Corbusier describió el contexto es su libro “Precisiones” (1929): “El lugar:
una extensión de césped abombada como una cúpula rebajada. La casa es una caja
en el aire, en medio de unos prados que dominan un vergel. Los habitantes,
venidos aquí debido a que esta campiña agreste era hermosa por su vida de
campo, la contemplarán, conservada intacta, desde lo alto de su jardín
suspendido o de los cuatro lados de sus ventanas corridas. Su vida doméstica se
verá sumida en un sueño virgiliano”.
La
idea de “paseo arquitectónico” está presente en todo el proyecto. Para Le
Corbusier, dicho paseo debía dar comienzo en cuanto el chofer arrancara el
coche y dejara el garaje en París para consumir la hora de viaje que tenía por
delante hasta Poissy. Bastaba seguir la alineación marcada por los pilotis, por
las superficies verdes y por los montantes verticales de debajo de la casa, y
el chofer conduciría el vehículo en torno a la envoltura de vidrio proyectada
de acuerdo al radio de giro de éste para dejar a los pasajeros delante de la
puerta principal de entrada.
El
acceso para automóviles no puede resultar más directo; estos aparcan entre los
pilotis, debajo de la casa, y la curva de su trayectoria proporciona la forma
semi-redonda de la pared de vidrio de la entrada. Al fondo del vestíbulo de
acceso, una vez dentro de la casa, se ve un lavabo que sugiere las ideas de
salud e higiene asociadas a la nueva arquitectura.
Las
dependencias del servicio doméstico y el garaje están encajadas detrás de este
acceso. Una vez superada la pared acristalada de la entrada, se ofrecen dos
accesos a los visitantes; una escalera y una rampa. Para Le Corbusier, la
escalera “separa” mientras que la rampa “une”. Extiende desde la entrada, desde
el exterior (con la observación de la casa desde fuera) un “promenade
architecturale” (paseo arquitectónico) pasando por el interior de la casa y que
culmina en la terraza solárium situada en la cubierta.
Por
tanto, en toda la casa vibra el contrapunto de dos medios de subida dispares:
la escalera para el servicio y la rampa para los propietarios. El recorrido
preferido por Le Corbusier era la rampa porque facilitaba una comunicación
continua de los pisos a través del espacio-tiempo que la escalera no puede
brindar. Situada en el interior de un prisma cuadrado la vivienda se distribuye
a los largo de una planta en L, que separa la parte pública de los dormitorios.
La sala de estar puede considerarse como la parte cubierta de un amplio espacio
de recepción, del que las dos terceras partes constituyen un patio abierto al
paisaje mediante una ventana rasgada. Unos pasillos comunican los tres
dormitorios y separan el cuarto de baño principal (con iluminación cenital).
Cuando
se accede a la primera planta, la sensación inicial de hallarse ante una casa
que parece un cubo gravitando encima del suelo es sustituida por una
composición de planos de color más fragmentada. La rampa es un elemento
unificador del espacio en sentido vertical, sin embargo también secciona el
volumen, oscila de dentro a fuera, del centro de la casa al extremo de la
terraza, conservando un estado de tensión. Los muros acristalados, las franjas
de ventanas que envuelven el interior y la terraza, así como la cubierta que se
prolonga borran la diferencia entre exterior e interior. La rampa culmina
delante de la vista natural que se divisa desde la terraza que se convierte en
final del “paseo arquitectónico” con una pequeña mesa en la que una ventana enmarca
el paisaje natural a modo de cuadro.
La Villa Savoye ha tenido una gloriosa carrera en los libros de
historia pero ha sufrido penosos avatares en la realidad. Los clientes
iníciales solo usaron el edificio unas cuantas veces en los años 30. Durante la
guerra fue utilizada por los nazis como almacén de heno, y en los años 50
estuvo en estado ruinoso. En la actualidad se ha convertido en un monumento
nacional en el que no vive nadie y que es utilizado para dar “lecciones” sobre
la obra de Le Corbusier.
FUENTE: Lorenzo Tomas Gabarron