“Le
Corbusier es un pseudónimo. Le Corbusier hace arquitectura, exclusivamente.
Persigue ideas desinteresadas… Es una identidad desprendida de la realidad de
carne y hueso. No debe decaer nunca. Charles Edouard Jeanneret es el hombre de
carne y hueso que ha experimentado todas las aventuras felices y desesperantes
de una vida bastante agitada. Jeanneret practica la pintura porque, al no ser
pintor, siempre le ha apasionado y siempre ha pintado”
Charles Edouard Jeanneret (1887-1965)
nació el 6 de Octubre de 1887 en
La Chaux de Fonds (Suiza). Su padre era relojero y su madre profesora de piano.
Arquitecto francés de origen suizo que fue, junto a Walter Gropius, el
principal protagonista del renacimiento arquitectónico internacional del siglo
XX. Además de ser uno de los más grandes renovadores de la arquitectura
moderna, fue un incansable agitador cultural, labor que ejerció con pasión a lo
largo de toda su vida. Con sus escritos se ganó una merecida fama de polemista
y aportó un verdadero caudal de ideas innovadoras que han hecho que su obra
influya decisivamente en la arquitectura posterior.
Con una formación tan sólo artesanal,
construyó su primera casa a los diecisiete años. Aprendió después con los
mejores arquitectos de su época: Joseff Hoffmann, Auguste Perret y Peter
Behrens. En 1919 fundó con Amadée Ozenfant el purismo, una derivación del
cubismo. También había creado una revista, L'Esprit Nouveau, desde la
que lanzaba sus proclamas contra la Escuela de Bellas Artes y fustigaba los
dictados de una tradición anquilosada y obsoleta.
En 1921 Le Corbusier publicó un artículo en
el que exponía un concepto totalmente nuevo de vivienda. Para guardar
concordancia con su tiempo, la casa debía ser una "máquina para
vivir" y homologarse al resto de bienes que configuran la sociedad
tecnológica. Con ello no defendía la estética ni el espíritu maquinista, sino
que trataba de hacer una casa tan eficaz funcionalmente como lo eran las
máquinas en las tareas para las que habían sido inventadas.
La vida moderna traía consigo una serie de
exigencias cuya satisfacción era imposible encontrar en la pervivencia de la
arquitectura tradicional; había por ello que adecuar la arquitectura a la
civilización industrial. "Nosotros gustamos del aire puro y del sol a
raudales... -afirmó-. La casa es una máquina de vivir, baños, sol, agua
caliente y fría, temperatura regulable a voluntad, conservación de los
alimentos, higiene, belleza a través de proporciones convenientes. Un sillón es
una máquina de sentarse... los lavabos son máquinas para lavar... El mundo de
nuestro quehacer ha creado sus cosas: la ropa, la estilográfica, la cuchilla de
afeitar, la máquina de escribir, el teléfono... la limusina, el barco de vapor
y el avión."
Así, pues, era absolutamente necesario crear también una nueva arquitectura, y
Le Corbusier la fundó en torno a cinco puntos básicos: utilización de pilotis
(elementos de sustentación), jardines en el tejado, libre conformación de las
plantas, ventanales continuos y libre formación de la fachada, todo ello dentro
de un estricto orden geométrico como único generador de "volúmenes
puros". Estas soluciones pasarían a ser las características fundamentales
y paradigmáticas del racionalismo arquitectónico.
La utopía de Le Corbusier fue crear una nueva
realidad urbana, una ciudad que fuera una síntesis entre naturaleza y
desarrollo tecnológico. Para ello, arquitectura y urbanismo debían estar
perfectamente integrados. Le Corbusier concebía el urbanismo como interacción
del espacio de la civilización en el espacio de la naturaleza y su ciudad
ideal, proyectada en 1922, está construida en vertical, dejando libres grandes
zonas de la superficie del suelo, que se convierten en zonas verdes para
discurrir por debajo de los edificios. Éstos se levantan sobre pilotis, dejando
las plantas bajas como espacios de libre comunicación. Los tejados, convertidos
en jardines, dejan de ser espacios inútiles; las calles son de amplias
dimensiones y el tráfico se organiza en grandes vías de circulación rápida,
netamente separadas de las zonas para peatones.
Ante el caos de los grandes centros urbanos,
incapaces de absorber la imparable aglomeración de vehículos y personas, Le
Corbusier soñó una ciudad de rascacielos conectados por jardines y autopistas,
pero sus sueños eran sólo de papel y, aunque proyectó decenas de rascacielos,
nunca construyó ninguno. En los años veinte, aun tenía que conformarse con la
construcción de casas aisladas; una de éstas, que ha pasado a la historia como
magnífico ejemplo del racionalismo corbuseriano, es la Ville Savoye (1928-1929,
Le Possy), una aplicación de la casa sustentada por pilotis, relacionada con el
exterior a través de grandes cristaleras y con los espacios interiores
conectados.
En el período de reconstrucción postbélica,
Le Corbusier ideó una ciudad estructurada en unités d'habitation,
elementos modulares de un nuevo desarrollo urbanístico. Su idea era construir
grandes edificios de apartamentos dotados de los servicios necesarios para
constituirse en unidades autosuficientes y su sueño encontró una fragmentaria
realización en la Unité d'habitation de Marsella (1947-1952).
El edificio, concebido como un gran armazón
en el que se encajan las viviendas, contiene trescientos treinta y siete
apartamentos dúplex; las plantas séptima y octava están reservadas a tiendas
comerciales; la terraza alberga diversos equipamientos colectivos: gimnasio,
pista de atletismo, teatro al aire libre, guardería y piscina, y en la fachada
el cromatismo de las hornacinas de las ventanas y balcones, pintadas en azul,
amarillo, rojo y verde, rompe la monotonía del hormigón.
El inmueble pronto fue conocido en Marsella
como "la casa del chiflado" y recibió numerosas críticas. A pesar de
las muchas deficiencias que la realidad del funcionamiento del edificio puso en
evidencia, constituyó el modelo de nueva arquitectura para toda una generación
de arquitectos y muchas de sus ideas pasarían a ser de uso corriente en la
construcción posterior. Le Corbusier siguió mejorando el proyecto durante toda
su vida, aunque sólo se construyó otra Unité d'habitation en Nantes.
Le Corbusier realizó planes urbanísticos para
muchas ciudades, entre ellas París (1925), Argel (1931), Barcelona (1932),
Estocolmo (1933), o Saint Dié (1945). En la Carta de Atenas (1943), su
escrito más importante junto a Hacia una arquitectura (1923), Le
Corbusier enunció los principios generales que inspirarían las nuevas tendencias
del urbanismo moderno. Entre ellos destaca la apuesta por la edificación
abierta que, al contrario de la planificación basada en manzanas cerradas,
permite la concentración de viviendas en altura para dejar grandes espacios
abiertos ocupados por jardines; además, Le Corbusier propugnaba la
sectorialización de la ciudad, dividiéndola en áreas especializadas
(comerciales, administrativas, lúdicas). Este ideal de ciudad ha sido
construido por otros arquitectos en las periferias de las grandes ciudades,
aunque a menudo estas realizaciones no son sino groseras banalizaciones de la
fantástica utopía de Le Corbusier.
FUENTE: http://www.biografiasyvidas.com