Recuerdo que fue en un viaje, hace unos tres años, cuando fui con unos
buenos amigos a visitar esta magnífica casa. En un recorrido que nos llevaba de
Santander a Gijón paramos en este pequeño pueblo de unos 2500 habitantes para
comer y ver la mencionada obra de Gaudí. Por aquel entonces apenas era conocedor
de la obra de este fantástico Arquitecto pero ya al llegar nos sorprendió el
tratamiento de la fachada como seña de identidad del artista. Hoy me sorprende aún
más, si cabe, al conocer que es una de las 3 únicas obras que realizo fuera de Cataluña,
junto con el palacio episcopal de Astorga y la casa Botines en León, pero la única
con un claro carácter del estilo del Arquitecto.
Gaudí recibió el encargo por parte de Máximo Díaz de Quijano de proyectar
un chalet en Comillas (Cantabria). La vivienda recibe el apodo de “el capricho”
debido a la transposición entre música (el cliente era un gran aficionado) y
arquitectura de un término que se aplica en la música para designar piezas que
no siguen las reglas y con variaciones de ritmo según un capricho personal. No
se desplazó nunca a la obra ni llegó a conocer personalmente al cliente y fue
un compañero suyo el que llevó a cabo las labores de dirección de obra.
La casa se idea como residencia de verano. La fachada está dividida en
tres franjas: la más baja, con almohadillado pétreo, el nivel medio más ancho y
de ladrillo claro con las piezas cerámicas vegetales, y en la cubierta, un juego
de formas geométricas, con las chimeneas y las formas cilíndricas de la entrada
principal en la que se sitúa el pórtico exento de piedra, rematado por la torre
cilíndrica que tiene apariencia de minarete. Este torreón está revestido de
cerámica verde. Sobre él aparece un templete formado por cuatro columnas de
hierro de inspiración románica.
Siguiendo su interés por mimetizar arquitectura y naturaleza, Gaudí
recubrió la fachada de pequeñas tiras de cerámica con relieves de hojas y
girasoles, jugando con los colores verde y amarillo para crear un original
efecto. Otra originalidad son las múltiples referencias a la música, como la
estructura de las ventanas que al abrirse y cerrarse emiten un agradable
sonido. Actualmente El Capricho se ha convertido en un restaurante propiedad de
una empresa japonesa; este nuevo uso ha contribuido a la conservación de su
interior.