El aspecto actual del Casino de
Murcia es el resultado del proceso de sucesivas reformas y ampliaciones que
partiendo del edificio original (1852), obra atribuida a Francisco Bolarín
Gómez, fue creciendo hasta encontrar su salida a la calle de la Trapería de
manos del arquitecto Pedro Cerdán Martínez.
Fue en 1862 cuando este
arquitecto realiza una importante remodelación que convierte el edificio en una
auténtica joya de la arquitectura española de principios del siglo XX. El
edificio concentra un conjunto de ambientes arquitectónicos completamente
distintos pero complementados y que van desde el estilo nazarita, pasando por
el plateresco, el neo-renacentista hasta llegar al neo-griego.
Convierte una planta larga y
profunda completamente interior entre dos edificios, en una serie de espacios,
todos con luz natural: desde al vestíbulo a la escalera principal o la
Biblioteca, con doble altura, pasando por las galerías cubiertas de cristal, el
patio neo-griego e incluyo la escalera helicoidal de madera que conduce al piso
superior disponen de iluminación cenital.
En la fachada, hay un orden
gigante, que abarca doble altura, desde el plano de la calle al primer piso,
que permite un gran sótano aislante, suficiente altura para las “peceras” y
cierto efecto simbólico, al elevar la planta baja y tener que acceder a ella a
través del ascenso de una escalera.
Desde la calle, bastante
luminosa, el efecto de contraste es acusado al entrar al oscuro zaguán, con
artesonado y paredes de madera. A continuación, aparece el vestíbulo nazarita a
doble altura y cubierto con una cúpula de cristal transparente. Lo mismo que
las largas galerías, a cuyos lados se distribuyen las distintas dependencias.
El efecto se prolonga en la rotonda final y en el patio neo-griego cuyo mármol
blanco, auténtico e imitado, iluminado cenitalmente, crea un ambiente sereno y
tranquilo que parece extraído de ese tiempo clásico que pretende revivir.
La fachada, toda de piedra caliza
blanca, sobre zócalo de mármol rojo de Novelda, es una interpretación de un
retablo barroco. Consigue efectos llamativos gracias a la enorme dimensión de
los elementos decorativos que dan una imagen de monumentalidad potenciada por
la estrechez de la calle.
FUENTE: Lorenzo Tomas Gabarron y regmurcia.com