"LA CAJA FRENTE AL ESTUCHE" - PFG Arturo Martínez de Maya



“LA CAJA FRENTE AL ESTUCHE” como símil muchas veces usado en el contexto de la vivienda residencial pero extrapolado, de algún modo, a mi edificio público. El estuche como envoltura protectora que se adecua a la forma exacta de un objeto y que no solo contiene inequívocamente ese objeto, sino que lo explica literalmente sin necesidad de abrirlo. Es decir, aplicado a los edificios, diríamos que nuestros edificios no solo contienen una única forma de ocupación, sino que, además, lo evidencia en su propia fachada. Cada parte o cada complemento de un útil tiene su lugar en el estuche y sería difícil utilizarlo para contener otro tal como pasa en muchas ocasiones con nuestros edificios.
La caja en cambio es una envoltura protectora indiferenciada en la que se puede disponer una gran cantidad de objetos. Su forma exterior tiene sus propias razones o las razones que pueden derivarse de su apilado con otras cajas, pero esta forma nunca explica cuál es el objeto contenido. Si tiene compartimentos serán jerarquizaciones del espacio interior sin demasiada especificidad que, en muchos casos se podrá alterar o eliminar.
Una tipología que quizás se encuentra alejada de las formas tradicionales con las que se proyecta pero que surge reflexionando sobre si de verdad se está proyectando correctamente o es la velocidad a la que hay que producir arquitectura la que nos impide detenernos a evaluar las necesidades de cada momento y nos empuja a utilizar tipologías antes probadas.
Cuando decidí empezar este proyecto quise realizarme todas las preguntas y empezar a analizar el problema desde el inicio.


Decidí irme a investigar el funcionamiento de los centros de salud. Tomar anotaciones sobre los pacientes, sus comportamientos y tiempos de espera. Estudiar cómo se vivía dentro del edificio, cuáles eran los modos de habitar estos centros e intentar entender sobre qué aspecto podía intentar influir yo.
Cuando uno va y hace este trabajo de campo, aparte de que el hombre de seguridad empieza a mirarte raro, es cuando realmente empiezas a darse cuenta cómo funcionan estos centros.

En lo personal:
Te das cuenta que son lugares de encuentro entre las mismas personas,

el hecho de que cada centro de salud este adscrito a un área de población así lo posibilita. Vemos las mismas caras cada vez, caras que son conocidas del municipio o barrio y que cada vez se hacen más conocidas.
La gente se para, dialoga, conversa, pregunta. Se crean algunos grupos tertulianos, la política, la comida, la vida, suelen ser temas recurrentes en este día a día. Hay a quien con el móvil le basta, no habla con nadie, la pantalla le permite estar fuera del edificio, es su punto de fuga.


  



En lo arquitectónico:

Estos espacios de espera suelen ser interiores, centros donde la iluminación llega a través de un patio de luces tras el que se ven las filas de los asientos previstos para esperar su turno en la consulta opuesta y donde, en el mejor de los casos,
una distribución de peine posibilita la visión hacia el exterior, pero una visión que choca contra las ventanas de las consultas dispuesta en el ala paralela desde la que observamos.
Es cierto que existe otra variedad tipológica donde a una de las fachadas dan las consultas, y en la otra se disponen las salas de espera, pero estas son las menos y se trata de centros de salud con un tamaño mucho más controlado. Aun así siempre se le confiere la fachada principal a las consultas médicas dando la de salas de espera hacia traseras de edificios o patios interiores (como pasa en el de Cehegín).





De ellos advierto lo que a mi juicio parece una obviedad, y es que los arquitectos, cuando diseñamos, le otorgamos el protagonismo a las consultas y por ende al personal sanitario dejando a un lado a los pacientes que son los que representan el motor de estos centros asistenciales.

Cuando analizas las estadísticas, te sientas allí, coges papel y lápiz y tomas algunos números, te das cuenta que por cada consulta pasan al día de 25 a 40 personas, que el 65% del tiempo que pasamos en un centro de salud, lo hacemos en los lugares de espera, el 25% dentro de la consulta y el otro 10% deambulamos por los pasillos en busca de destino o esperando nuestro turno.
Este análisis no empezaría a hacernos plantearnos si la composición que estamos utilizando actualmente es en realidad la correcta para los modos de vida actuales.



Una vez había procurado entender este tipo de edificios y a las personas que lo habitan empecé a analizar cómo había evolucionado esta tipología edificatoria históricamente para intentar aproximarme lo máximo a los cánones actuales.
Las primeras referencias a grandes edificios dedicados a la sanidad son del siglo X, se refieren al maristan o lugar de los enfermos en Ispahán, describiendo como un edificio de sillares de piedra caliza blanca con paredes encaladas y suelos de piedra de una planta y patio central que irradiaba pasillos a los que se abrían vastas habitaciones que agrupaban a los pacientes según sus dolencias
La planta del hospital, estructurada en torno al claustro, es el modelo característico del edificio hospitalario medieval. En el siglo XVI los centros asistenciales adoptan la planta de trazado radial, generalmente con una cúpula en el encuentro de las naves. Es el modelo estrellado que trata de concentrar las vistas de las diferentes naves de hospitalización desde un control central. Este modelo estrellado, además, y según algunos tratados de Arquitectura como el de Benito Bails, tiene en cuenta los factores externos que actúan sobre la salud de los enfermos: aire puro, aguas salubres abundantes, asistencia, fácil limpieza y por todo ello se propone situar el hospital fuera del recinto de las ciudades.
Será en el siglo XVIII cuando aparezca el modelo de hospital pabellonario, ya que, según algunos teóricos, separando en diferentes pabellones se logra mayor independencia, insolación, ventilación transversal y la posibilidad de especializar cada pabellón en función de las diferentes enfermedades. En el siglo XIX se consolida el modelo de hospital de colonias, formado por pabellones aislados y paralelos, orientados a mediodía, los más conocidos son los de Durán y Gauthier.

Este modelo de hospital en pabellones se abandonó a principios del siglo XX, optándose por concentrar los edificios hospitalarios en bloques, para disminuir recorridos, ahorrar en calefacción y racionalizar el alumbrado y la limpieza. Esta idea viene a responder a la situación del momento con la masificación de la asistencia hospitalaria, los problemas de rendimiento, los costes de la asistencia y la escasez de terrenos urbanos.
A partir de los años cincuenta del siglo XX se empiezan a crear en España edificios que respondían a la tipología de Hospital Vertical, consecuencia de la centralización y de la potenciación de los servicios centrales de diagnóstico y de tratamiento.
En la actualidad la edificación hospitalaria tiene una progresiva tecnificación ajustándose el diseño a estructuras de base que soporten los cambios de tecnología y permitan una claridad de relaciones espaciales entre los servicios médicos. El hospital se concibe como una suma de espacios contenedores. En cuanto al diseño, ha predominado el funcionalismo, el racionalismo y el higienismo, y en la actualidad se propone una mayor dedicación a la estética, ya que realza el prestigio de un edificio hospitalario. Las nuevas tendencias en arquitectura hospitalaria prestan una mayor atención a los aspectos ambientales: luz, aireación, entorno agradable, produciendo una estructura más modular, desagregada.


Una vez analizado el problema e investigado sobre el caso en cuestión comencé con el análisis del entorno donde nos encontramos.
El proyecto se sitúa en las Parcelas SO2 y SO3 de la U.E. nº 2 P.P. CR.5, Santiago y Zaraiche (Murcia). Una parcela doble, separada por un paso peatonal, en el borde inconcluso de la ciudad. Una parcela del ensanche de Murcia, en lo que muchos denominan como la “zona nueva”, con una gran presencia de espacios libres y edificios residenciales en altura.
Se ha estudiado los elementos más representativos que existen dentro del área de influencia de nuestro edificio y que pueden actuar, junto al edificio propuesto, como malla de edificaciones de carácter público capaz de hacer más habitable la zona y darle mayor calidad urbana.
La presencia de dos vías de trafico rodadas importantes como son Juan Carlos I y Avnd Príncipe de Asturias. El carril bici existente tanto en ambas vías como en la que divide mi parcela en dos. La presencia de equipamientos comerciales, de ocio y un colegio situado enfrente del espacio a proyectar. Se ha estudiado el hospital más cercano, el Morales Meseguer a 1km de distancia hacia el SUR-ESTE.

Así pues contamos con una parcela doble, como ya he comentado, dividida por un carril bici. La SO2 destinado a un espacio público con una dimensión de unos 3400m2 y la dedicada al edificio de unos 4650m2.
La parcela linda:
* al norte, fachada a paseo misionero Luis Fontes Servet;
• al este, avenida doctor Pascual Parrilla Paricio;
• al oeste, la avenida Juan Pablo II;
• al sur linda con la calle violonchelista Miguel Angel Clares.
En general se ha tratado tanto el espacio público como el edificio asistencial con los mismos criterios compositivos y, aunque como base fundamental de diseño se ha tenido en cuenta los modos de habitar los espacios, integrando el parque (entendido como modo de vida) dentro del edificio, también se ha recurrido a una representación física que enlace bajo un golpe de vista las dos áreas.

La integración de la parcela respeta los flujos principales de circulación del barrio. La dirección Sur-Este – NorOeste como direccionalidad marcada por el carril bici es un condicionante de partida que debemos respetar a la hora de confeccionar nuestro diseño. Por este motivo se disponen piezas de diferente tamaño que articularán el gran vacío pero que se mantendrán permeables en esa dirección.
En cuanto al diseño, se sitúan dos grandes maceteros de hormigón con bancos de madera y arbolado, paralelos a los viales de circulación para automóviles, como medida de protección del peatón frente a ruidos y posibles peligros.
De este modo se genera un gran espacio interior, confinado entre estas dos bandas vegetales, el gran edificio existente y el carril bici, mucho más amable con el viandante.
Por otro lado, se coloca la zona de juegos en la parte sur del jardín interponiendo entre esta y el edificio existente unas islas vegetales que harán de colchón sonoro frente al bullicioso día a día de los nuevos espacios diseñados.
Por último, se realiza el tratamiento para la protección solar mediante una pérgola de chapa perforada que mantiene la misma estructura y dimensión que el edificio proyectado. Esta chapa cambia de altura en función de la actividad que se desarrolle bajo ella. Se eleva en accesos y zonas principales de paso, desaparece en los espacios destinados a actividades determinadas y baja en altura allí donde se piensa como espacios para sentarse y poder disfrutar de una charla o un buen libro.
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Partiendo de la ocupación total de mi parcela, una vez descontando los retranqueos obligados por el planeamiento, la primera decisión consiste en empujar el volumen inicial desde su cara norte debido a la presencia de ese gran edificio de 7 altura.
De este modo dejo un gran espacio libre entre este y mi futuro edificio, cediéndoselo al peatón y cosiendo las plazas ajardinadas que quedan a izquierda y derecha de mi intervención. El volumen pasa de ser una plataforma extensa y horizontal a convertirse en algo mucho más compacto que, además, absorbe la curva que presentaba la parcela por esa parte y deja que siga respirando el edificio residencial.
Un gran volumen que se muestra respetuoso con el entorno y que, como ya hiciera Mies, por nombrar uno de los grandes maestros, o Javier García Solera, del que he tenido la suerte de escuchar estos últimos meses, se retranquea de sus límites para ceder parte del espacio a la ciudad y no enfrentarse cara a cara con el gran edificio de viviendas existente, generando un volumen intermedio que hace las veces de colchón entre ambos edificios y ata el espacio público a tratar en este proyecto con los ya existentes a noroeste y noreste.
Un volumen que se despega del suelo para volverse ligero, para mostrarse liberado y presentarse al público como lugar de encuentro donde se desarrolle esa dicotomía entre lo que está dentro y fuera. Un elemento, donde interiormente estuviese plenamente abierto al entorno, pero que exteriormente, gracias a esas lamas de acero corten que se pliegan hacia poniente, ofrece una sensación de serenidad y protección, salvaguardando las intimidades de sus ocupantes.
Es por este motivo que, mí edificio, empiezo a pensarlo referido a una caja, me gusta hablar de caja, de un contenedor de funciones varias, apelando a esa comparativa que hacia al principio de estas exposiciones.
Una gran caja capaz de contener nuevas cajas, como esas muñecas rusas (Matrioshka) que siempre guardan una nueva en su interior, autónoma e independiente de las demás pero que no podría ser entendida fuera del conjunto.
Espacios capaces de absorber los futuros cambios que pudiera producir el edificio de uso o de programa. Lugares que, permiten controlar y regular de la manera más eficiente posible el gasto y consumo energético del edificio. Recintos autónomos e independientes que, como ya hemos comentado anteriormente en las matrioshkas, junto a las demás unidades, forman un todo común.

   Así pues, El programa se resuelve evitando el recurso repetitivo de tipologías, de eficacia probada, pero que no van más allá de resolver de manera funcional un enunciado. Se aleja de tópicos sanitarios para aproximarse a estándares más residenciales. La “planta libre” como concepto fundamental en el espacio del movimiento moderno.
Se diferencian 4 usos principalmente:
- El propio del centro de salud con su recepción y unidades especiales de asistencias.
- La unidad de urgencias como elemento autónomo que funciona las 24 horas.
- La zona de administración y uso del personal, más íntima y alejada del bullicioso tránsito de gente
- La zona de salud mental como un elemento integrado dentro del propio centro de salud, como indica el programa, pero con un acceso independiente y un uso más controlado.

De esta manera la planta menos 1 contiene, por un lado, el parking del centro de salud, y por otro, la zona de administración y salud mental. Ambas quedan debajo del gran espacio cedido y articulado mediante patios. Todo queda bañado por la luz natural.
Por un lado, la zona de administración con acceso directo desde el garaje restringido a uso del personal. Por el otro un acceso independiente para salud mental. Esta decisión es fruto de varias charlas con un psicólogo que trabaja en el área de salud mental del hospital comarcal del noroeste y que hacía hincapié en la necesidad de un mayor control para ciertos pacientes que necesitan un grado de intimidad más elevado y una tutorización mayor, llegando a controlar, incluso, los servicios a través de espejos que dejan ver desde el otro lado de la sala. Generalmente pacientes adictos que necesitan de metadona para su tratamiento y de una serie de análisis exhaustivos. De este modo se controla el acceso desde la recepción personal, destinada a esta área, y se contienen las circulaciones dedicadas mediante un gran patio de 20 x 5.70 metros de luz.


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En planta baja, la parte más tectónica del proyecto, se advierten dos grandes contenedores con diferentes cajas, dos para separar la zona de urgencias 24 horas, con la del resto de usos (previsiblemente con horarios de mañanas), en él, una rampa nos conduce hasta el acceso principal elevándonos de la cota 0.

En esta zona se sitúan la zona de pediatría, maternidad, rehabilitación y urgencias, como partes del programa que recomienda la normativa situar en esta planta y cerca del acceso, además de los servicios generales, archivos y el arranque de la comunicación vertical hacia el resto del edificio.

En cuanto a su cerramiento exterior, se piensa en una gran caja permeable, elevada sobre el suelo, como flotando, abierta al exterior y flanqueada por unas finas lamas de acero que se juntan o se abren en función de las necesidades climáticas y el acceso al público. Estas lamas protegerán la entrada directa del sol, filtrándolo y haciendo de paramento contra la luz sólida. En su intradós un vidrio, entre forjados, potenciara la continuidad con las plazas exteriores y la sensación de libertad del paciente gracias a la prolongación del plano horizontal más allá de los límites del espacio interior.


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En planta primera se sitúa el resto de unidades especiales requeridas, siempre representado por esas cajas dentro de un gran espacio contenedor de ellas. Se introduce el esquema de parque como modo de habitar un espacio.

En la zona más al oeste del edificio se sitúa el área de salud sexual y reproductiva. A la derecha, separada por unas cajas de luz, se ubica todo lo relacionado con cirugía, tanto cirugía menor como odontología. A continuación, prevención del cáncer de mama y, por último, área de extracciones y tratamiento.

Entre ellas, la disposición de las zonas de espera fomenta la trazabilidad de recorridos sinuosos, lugares que dejan de ser meras zonas de estar para convertirse en sitios de encuentro, de relación, de conversación. Pero también espacios que dan la opción de sentirse protegido y liberado a la vez al encontrar siempre un punto de fuga hacia fuera del edificio desde el punto en el que te encuentres. Rincones llenos de luz, luz natural, luz difusa, esa luz de la que tenemos suerte de ser poseedores y no conseguimos sacarle todo su rendimiento, esa que hace a nuestro cuerpo proporcionarnos la tan necesitada vitamina D.
En el interior de cada caja, el grado de privacidad que tiene una estancia lo marca el número de puertas que debemos atravesar para llegar a ella. Muy al estilo de la arquitectura japonesa. De este modo todo queda compacto en un recinto geométrico concreto.


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Por último, en la segunda planta, se sitúa el área de medicina de familia. La zona más alta del edificio, supone el primer paso de diagnóstico en un paciente. De esta manera, se entiende el conjunto como una circulación descendente donde el visitante sube hasta la última planta, es diagnosticado, y baja al especialista para terminar descendiendo hasta salir al exterior.

Un recorrido dirigido en función del eje Z, si hacemos referencia a nuestro sistema de cartesiano, que queda potenciado mediante ese otro factor de circulación que representan las plantas y queda distribuido mediante el eje X e Y. Un espacio que, como definía SANAA en su modelo “PARQUE”:

“con un esquema que bien podría ser el de una célula, en el que los diversos elementos que lo componen cumplen una función determinada para servir a ese fin último, el de la vida, a la espera del chispazo que supone el habitante.”


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Aquí los pasillos se disuelven en el espacio para convertirse en zonas de circulación, de estar, de relación. Lugares que llegan a abrirse y cerrarse para ayudar al tránsito de los ocupantes. Circulaciones donde siempre, mires por donde mires y pases por donde pases, tu mirada es capaz de escapar de un recinto que nunca parece querer estar cerrado.

Resulta pues, una fachada que es el resultado de una función, que, como bien aboga Francisco Mangado, o el propio Javier García Solera, surge desde el interior, sin ánimos compositivos y sin añadidos innecesarios. Construida a través de esquemas, de ideas, de plantas y de secciones. La fachada no es un proyecto más o un elemento independiente que tenga que ser encajado a la fuerza por una serie de ventana obligadas por el programa, es espontanea, fluida, como surgen las buenas conversaciones, las que este pretende con su entorno.



De esta manera, el edificio se presenta hacia la ciudad con un racionalismo puro, como exigirían los cánones en todo centro de atención primaria que se precie. Un edificio funcional al servicio de la gente, sin ánimos de aparentar ni ser centro de las miradas, pero que arropa y protege a quien por necesidad o gusto decidan entrar a utilizarlo.
Una fachada neutra, donde lo tectónico y permeable en planta baja se enfrenta con lo estereotómico de la masa, de la gran caja, que, suspendida sobre una fina lamina de vidrio, configura un espacio por superposición de partes iguales, de más cajas.
Una fachada que surge espontanea, como surgen las buenas conversaciones, las que este edificio pretende con su entorno y que potencia con la utilización de materiales naturales, convencionales, el bloque de hormigón visto, la cerámica como celosía que filtra la luz o el acero, contrastan con un interior altamente tecnófilo. Materiales tradicionales que se han recuperado para reinterpretarlos y usarlos de un modo más contemporáneo.

El resultado es una envolvente que desde el interior parece desaparecer, pero desde el exterior se vuelve opaca. Se juega con las vistas y se pliega ante la mirada indiscreta del que está afuera como una trampa en la que día tras días también caen los rayos del sol.

Una envolvente, continua 360 grados, capaz de captar su luz directa, para transformarla en luz difusa, y proyectarla hasta el interior de cada una de las consultas de manera equitativa.

Iluminación natural que se reparte por todo el espacio de tránsito y que contribuye a favorecer el ahorro energético del edificio satisfaciendo los 100 lux necesarios en zonas de espera y pasos y aportando a las consultas una proporción de luz difusa sin sombras ni reflejos inapropiados. El control climático se hace evidente en este proyecto.
En un edificio donde el tiempo y la vida están muy presentes, seguramente más que en ningún otro edificio, intento que, tomando las palabras del maestro Alberto Campo Baeza, la personas sientan “el compás del tiempo que marca la naturaleza, acordando los espacios con la luz”. Como un reloj natural que muestra el sol desde el alba hasta la puesta recorriendo todos los ojos.

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En las secciones se puede ver esto mismo, las cajas dentro del gran volumen, espacios interiores que no llegan a tocar al techo. Patios que se abren conforme salen del edificio, de abajo hacia arriba.
Con una altura libre de 3,20m en planta sótano, 3,55m en planta baja y 2,85 en el resto de plantas se confiere siempre una banda acristalada de 70cm por donde se introduce la luz natural difusa a todas las estancias interiores, luz libre de destellos y reflejos molestos para el día a día de una consulta.
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El resultado es el que se puede ver en estas infografías. Una fachada que se vuelve opaca conforme nos alejamos. La utilización de materiales naturales. La envolvente que desaparece cuando miras desde el interior. El recubrimiento de los pilares que no pasan de la altura del dintel que acota las consultas. Ese nuevo espacio público cedido a la ciudad que permite dar oxígeno al edificio existen y así crear un espacio más habitable. La caja suspendida sobre el vidrio que respeta la direccionalidad principal del barrio.

En definitiva un edificio, pensado desde la gente y para la gente, que cierro con esta imagen para intentar responder, con palabras de Alberto Campo Baeza, a la reflexión que lanzaba al principio sobre la velocidad a la que se ha tenido que construir y proyectar estos años.

Comenta él en uno de sus libros que la arquitectura debería ser como el arroz, el arroz son 20 minutos. Si se aparta antes sale duro, si se deja mas tiempo se arrebata, precisa de un tiempo y de un tempo concreto como deberia ser en la arquitectura.

Por este motivo yo concluyo con esta imagen esperando haber sacado este plato justo a tiempo.




Con este proyecto cierro mi etapa como estudiante de arquitectura para convertirme en arquitecto y salir a la calle en busca de nuevos retos para enfrentarme a la realidad de la mejor manera posible, pero siempre con la ilusión y las ganas de seguir formándome y aprendiendo día a día. Esta es una carrera de fondo en la que nunca se sabe lo suficiente y nunca se deja de aprender.


A mi familia y seres queridos que me han apoyado tanto...