“LA CAJA FRENTE AL ESTUCHE” como símil
muchas veces usado en el contexto de la vivienda residencial pero extrapolado,
de algún modo, a mi edificio público. El estuche como envoltura protectora que
se adecua a la forma exacta de un objeto y que no solo contiene inequívocamente
ese objeto, sino que lo explica literalmente sin necesidad de abrirlo. Es decir,
aplicado a los edificios, diríamos que nuestros edificios no solo contienen una
única forma de ocupación, sino que, además, lo evidencia en su propia fachada.
Cada parte o cada complemento de un útil tiene su lugar en el estuche y sería
difícil utilizarlo para contener otro tal como pasa en muchas ocasiones con
nuestros edificios.
La caja en cambio es una
envoltura protectora indiferenciada en la que se puede disponer una gran
cantidad de objetos. Su forma exterior tiene sus propias razones o las razones
que pueden derivarse de su apilado con otras cajas, pero esta forma nunca
explica cuál es el objeto contenido. Si tiene compartimentos serán jerarquizaciones
del espacio interior sin demasiada especificidad que, en muchos casos se podrá
alterar o eliminar.
Una tipología que quizás se
encuentra alejada de las formas tradicionales con las que se proyecta pero que
surge reflexionando sobre si de verdad se está proyectando correctamente o es la
velocidad a la que hay que producir arquitectura la que nos impide detenernos a
evaluar las necesidades de cada momento y nos empuja a utilizar tipologías
antes probadas.
Cuando decidí empezar este
proyecto quise realizarme todas las preguntas y empezar a analizar el problema
desde el inicio.
Decidí irme a investigar el
funcionamiento de los centros de salud. Tomar anotaciones sobre los pacientes,
sus comportamientos y tiempos de espera. Estudiar cómo se vivía dentro del
edificio, cuáles eran los modos de habitar estos centros e intentar entender
sobre qué aspecto podía intentar influir yo.
Cuando uno va y hace este trabajo
de campo, aparte de que el hombre de seguridad empieza a mirarte raro, es
cuando realmente empiezas a darse cuenta cómo funcionan estos centros.
En
lo personal:
Te das cuenta que son lugares de
encuentro entre las mismas personas,
el hecho de que cada centro de
salud este adscrito a un área de población así lo posibilita. Vemos las mismas
caras cada vez, caras que son conocidas del municipio o barrio y que cada vez
se hacen más conocidas.
La gente se para, dialoga,
conversa, pregunta. Se crean algunos grupos tertulianos, la política, la
comida, la vida, suelen ser temas recurrentes en este día a día. Hay a quien
con el móvil le basta, no habla con nadie, la pantalla le permite estar fuera
del edificio, es su punto de fuga.
En
lo arquitectónico:
Estos espacios de espera suelen ser interiores, centros donde
la iluminación llega a través de un patio de luces tras el que se ven las filas
de los asientos previstos para esperar su turno en la consulta opuesta y donde,
en el mejor de los casos,
una distribución de peine posibilita la visión hacia el
exterior, pero una visión que choca contra las ventanas de las consultas
dispuesta en el ala paralela desde la que observamos.
Es cierto que existe otra
variedad tipológica donde a una de las fachadas dan las consultas, y en la otra
se disponen las salas de espera, pero estas son las menos y se trata de centros
de salud con un tamaño mucho más controlado. Aun así siempre se le confiere la
fachada principal a las consultas médicas dando la de salas de espera hacia
traseras de edificios o patios interiores (como pasa en el de Cehegín).
De ellos advierto lo que a mi
juicio parece una obviedad, y es que los arquitectos, cuando diseñamos, le
otorgamos el protagonismo a las consultas y por ende al personal sanitario
dejando a un lado a los pacientes que son los que representan el motor de estos
centros asistenciales.
Cuando analizas las estadísticas, te sientas allí, coges
papel y lápiz y tomas algunos números, te das cuenta que por cada consulta
pasan al día de 25 a 40 personas, que el 65% del tiempo que pasamos en un
centro de salud, lo hacemos en los lugares de espera, el 25% dentro de la
consulta y el otro 10% deambulamos por los pasillos en busca de destino o
esperando nuestro turno.
Este análisis no empezaría a hacernos plantearnos si la
composición que estamos utilizando actualmente es en realidad la correcta para
los modos de vida actuales.
Una vez había procurado entender este tipo de edificios y a
las personas que lo habitan empecé a analizar cómo había evolucionado esta
tipología edificatoria históricamente para intentar aproximarme lo máximo a los
cánones actuales.
Las primeras referencias a grandes edificios dedicados a la
sanidad son del siglo X, se refieren al maristan o lugar de los enfermos en
Ispahán, describiendo como un edificio de sillares de piedra caliza blanca con
paredes encaladas y suelos de piedra de una planta y patio central que
irradiaba pasillos a los que se abrían vastas habitaciones que agrupaban a los
pacientes según sus dolencias
La planta del hospital, estructurada en torno al claustro, es
el modelo característico del edificio hospitalario medieval. En el siglo XVI
los centros asistenciales adoptan la planta de trazado radial, generalmente con
una cúpula en el encuentro de las naves. Es el modelo estrellado que trata de
concentrar las vistas de las diferentes naves de hospitalización desde un
control central. Este modelo estrellado, además, y según algunos tratados de
Arquitectura como el de Benito Bails, tiene en cuenta los factores externos que
actúan sobre la salud de los enfermos: aire puro, aguas salubres abundantes,
asistencia, fácil limpieza y por todo ello se propone situar el hospital fuera
del recinto de las ciudades.
Será en el siglo XVIII cuando aparezca el modelo de hospital
pabellonario, ya que, según algunos teóricos, separando en diferentes
pabellones se logra mayor independencia, insolación, ventilación transversal y
la posibilidad de especializar cada pabellón en función de las diferentes
enfermedades. En el siglo XIX se consolida el modelo de hospital de colonias,
formado por pabellones aislados y paralelos, orientados a mediodía, los
más conocidos son los de Durán y Gauthier.
Este modelo de hospital en pabellones se abandonó a
principios del siglo XX, optándose por concentrar los edificios
hospitalarios en bloques, para disminuir recorridos, ahorrar en calefacción
y racionalizar el alumbrado y la limpieza. Esta idea viene a responder a la
situación del momento con la masificación de la asistencia hospitalaria, los
problemas de rendimiento, los costes de la asistencia y la escasez de terrenos
urbanos.
A partir de los años cincuenta del siglo XX se
empiezan a crear en España edificios que respondían a la tipología de
Hospital Vertical, consecuencia de la centralización y de la potenciación
de los servicios centrales de diagnóstico y de tratamiento.
En la actualidad la edificación hospitalaria tiene una progresiva
tecnificación ajustándose el diseño a estructuras de base que soporten los
cambios de tecnología y permitan una claridad de relaciones espaciales entre
los servicios médicos. El hospital se concibe como una suma de espacios
contenedores. En cuanto al diseño, ha predominado el funcionalismo, el
racionalismo y el higienismo, y en la actualidad se propone una mayor
dedicación a la estética, ya que realza el prestigio de un edificio
hospitalario. Las nuevas tendencias en arquitectura hospitalaria prestan una
mayor atención a los aspectos ambientales: luz, aireación, entorno agradable,
produciendo una estructura más modular, desagregada.
Una vez analizado el problema e investigado sobre el caso en
cuestión comencé con el análisis del entorno donde nos encontramos.
El proyecto se sitúa en las Parcelas SO2 y SO3 de la U.E. nº
2 P.P. CR.5, Santiago y Zaraiche (Murcia). Una parcela doble, separada por un
paso peatonal, en el borde inconcluso de la ciudad. Una parcela del ensanche de
Murcia, en lo que muchos denominan como la “zona nueva”, con una gran presencia
de espacios libres y edificios residenciales en altura.
Se ha estudiado los elementos más representativos que existen
dentro del área de influencia de nuestro edificio y que pueden actuar, junto al
edificio propuesto, como malla de edificaciones de carácter público capaz de
hacer más habitable la zona y darle mayor calidad urbana.
La presencia de dos vías de trafico rodadas importantes como
son Juan Carlos I y Avnd Príncipe de Asturias. El carril bici existente tanto
en ambas vías como en la que divide mi parcela en dos. La presencia de
equipamientos comerciales, de ocio y un colegio situado enfrente del espacio a
proyectar. Se ha estudiado el hospital más cercano, el Morales Meseguer a 1km
de distancia hacia el SUR-ESTE.
Así pues contamos con una parcela doble, como ya he
comentado, dividida por un carril bici. La SO2 destinado a un espacio público
con una dimensión de unos 3400m2 y la dedicada al edificio de unos 4650m2.
La parcela linda:
* al
norte, fachada a paseo misionero Luis Fontes Servet;
• al
este, avenida doctor Pascual Parrilla Paricio;
• al
oeste, la avenida Juan Pablo II;
• al sur linda con la calle violonchelista Miguel Angel
Clares.
En
general se ha tratado tanto el espacio público como el edificio asistencial con
los mismos criterios compositivos y, aunque como base fundamental de diseño se
ha tenido en cuenta los modos de habitar los espacios, integrando el parque
(entendido como modo de vida) dentro del edificio, también se ha recurrido a
una representación física que enlace bajo un golpe de vista las dos áreas.
La integración de la parcela respeta los flujos principales
de circulación del barrio. La dirección Sur-Este – NorOeste como
direccionalidad marcada por el carril bici es un condicionante de partida que
debemos respetar a la hora de confeccionar nuestro diseño. Por este motivo se
disponen piezas de diferente tamaño que articularán el gran vacío pero que se
mantendrán permeables en esa dirección.
En cuanto al diseño, se sitúan dos grandes maceteros de
hormigón con bancos de madera y arbolado, paralelos a los viales de circulación
para automóviles, como medida de protección del peatón frente a ruidos y
posibles peligros.
De este modo se genera un gran espacio interior, confinado
entre estas dos bandas vegetales, el gran edificio existente y el carril bici,
mucho más amable con el viandante.
Por otro lado, se coloca la zona de juegos en la parte sur
del jardín interponiendo entre esta y el edificio existente unas islas
vegetales que harán de colchón sonoro frente al bullicioso día a día de los
nuevos espacios diseñados.
Por último, se realiza el tratamiento para la protección
solar mediante una pérgola de chapa perforada que mantiene la misma estructura
y dimensión que el edificio proyectado. Esta chapa cambia de altura en función
de la actividad que se desarrolle bajo ella. Se eleva en accesos y zonas
principales de paso, desaparece en los espacios destinados a actividades
determinadas y baja en altura allí donde se piensa como espacios para sentarse
y poder disfrutar de una charla o un buen libro.
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Partiendo de la ocupación total de mi parcela, una vez
descontando los retranqueos obligados por el planeamiento, la primera decisión
consiste en empujar el volumen inicial desde su cara norte debido a la
presencia de ese gran edificio de 7 altura.
De este modo dejo un gran espacio libre entre este y mi
futuro edificio, cediéndoselo al peatón y cosiendo las plazas ajardinadas que
quedan a izquierda y derecha de mi intervención. El volumen pasa de ser una
plataforma extensa y horizontal a convertirse en algo mucho más compacto que,
además, absorbe la curva que presentaba la parcela por esa parte y deja que
siga respirando el edificio residencial.
Un gran volumen que se muestra respetuoso con el entorno y
que, como ya hiciera Mies, por nombrar uno de los grandes maestros, o Javier
García Solera, del que he tenido la suerte de escuchar estos últimos meses, se
retranquea de sus límites para ceder parte del espacio a la ciudad y no
enfrentarse cara a cara con el gran edificio de viviendas existente, generando
un volumen intermedio que hace las veces de colchón entre ambos edificios y ata
el espacio público a tratar en este proyecto con los ya existentes a noroeste y
noreste.
Un volumen que se despega del suelo para volverse ligero,
para mostrarse liberado y presentarse al público como lugar de encuentro donde
se desarrolle esa dicotomía entre lo que está dentro y fuera. Un elemento,
donde interiormente estuviese plenamente abierto al entorno, pero que
exteriormente, gracias a esas lamas de acero corten que se pliegan hacia
poniente, ofrece una sensación de serenidad y protección, salvaguardando las
intimidades de sus ocupantes.
Es por este motivo que, mí edificio, empiezo a pensarlo
referido a una caja, me gusta hablar de caja, de un contenedor de funciones
varias, apelando a esa comparativa que hacia al principio de estas
exposiciones.
Una gran caja capaz de contener nuevas cajas, como esas
muñecas rusas (Matrioshka) que siempre guardan una nueva en su interior,
autónoma e independiente de las demás pero que no podría ser entendida fuera
del conjunto.
Espacios
capaces de absorber los futuros cambios que pudiera producir el edificio de uso
o de programa. Lugares que, permiten controlar y regular de la manera más
eficiente posible el gasto y consumo energético del edificio. Recintos
autónomos e independientes que, como ya hemos comentado anteriormente en las
matrioshkas, junto a las demás unidades, forman un todo común.
Se
diferencian 4 usos principalmente:
- El propio del centro de salud con su recepción y
unidades especiales de asistencias.
- La unidad de urgencias como elemento autónomo que
funciona las 24 horas.
- La zona de administración y uso del personal, más
íntima y alejada del bullicioso tránsito de gente
- La
zona de salud mental como un elemento integrado dentro del propio centro de
salud, como indica el programa, pero con un acceso independiente y un uso más
controlado.
De
esta manera la planta menos 1 contiene, por un lado, el parking del
centro de salud, y por otro, la zona de administración y salud mental. Ambas
quedan debajo del gran espacio cedido y articulado mediante patios. Todo queda
bañado por la luz natural.
Por un lado, la zona de administración con acceso directo
desde el garaje restringido a uso del personal. Por el otro un acceso
independiente para salud mental. Esta decisión es fruto de varias charlas con
un psicólogo que trabaja en el área de salud mental del hospital comarcal del
noroeste y que hacía hincapié en la necesidad de un mayor control para ciertos
pacientes que necesitan un grado de intimidad más elevado y una tutorización
mayor, llegando a controlar, incluso, los servicios a través de espejos que
dejan ver desde el otro lado de la sala. Generalmente pacientes adictos que
necesitan de metadona para su tratamiento y de una serie de análisis
exhaustivos. De este modo se controla el acceso desde la recepción personal,
destinada a esta área, y se contienen las circulaciones dedicadas mediante un
gran patio de 20 x 5.70 metros de luz.
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En
planta baja, la parte más tectónica
del proyecto, se advierten dos grandes contenedores con diferentes cajas, dos
para separar la zona de urgencias 24 horas, con la del resto de usos
(previsiblemente con horarios de mañanas), en él, una rampa nos conduce hasta
el acceso principal elevándonos de la cota 0.
En
esta zona se sitúan la zona de pediatría, maternidad, rehabilitación y
urgencias, como partes del programa que recomienda la normativa situar en esta
planta y cerca del acceso, además de los servicios generales, archivos y el
arranque de la comunicación vertical hacia el resto del edificio.
En cuanto a su cerramiento exterior, se piensa en una gran
caja permeable, elevada sobre el suelo, como flotando, abierta al exterior y
flanqueada por unas finas lamas de acero que se juntan o se abren en función de
las necesidades climáticas y el acceso al público. Estas lamas protegerán la
entrada directa del sol, filtrándolo y haciendo de paramento contra la luz
sólida. En su intradós un vidrio, entre forjados, potenciara la continuidad con
las plazas exteriores y la sensación de libertad del paciente gracias a la
prolongación del plano horizontal más allá de los límites del espacio interior.
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En
planta primera se sitúa el resto de
unidades especiales requeridas, siempre representado por esas cajas dentro de
un gran espacio contenedor de ellas. Se introduce el esquema de parque como
modo de habitar un espacio.
En
la zona más al oeste del edificio se sitúa el área de salud sexual y
reproductiva. A la derecha, separada por unas cajas de luz, se ubica todo lo
relacionado con cirugía, tanto cirugía menor como odontología. A continuación,
prevención del cáncer de mama y, por último, área de extracciones y
tratamiento.
Entre
ellas, la disposición de las zonas de espera fomenta la trazabilidad de
recorridos sinuosos, lugares que dejan de ser meras zonas de estar para
convertirse en sitios de encuentro, de relación, de conversación. Pero también
espacios que dan la opción de sentirse protegido y liberado a la vez al
encontrar siempre un punto de fuga hacia fuera del edificio desde el punto en
el que te encuentres. Rincones llenos de luz, luz natural, luz difusa, esa luz
de la que tenemos suerte de ser poseedores y no conseguimos sacarle todo su rendimiento, esa que hace a nuestro cuerpo
proporcionarnos la tan necesitada vitamina D.
En el interior de cada caja, el grado de privacidad que tiene
una estancia lo marca el número de puertas que debemos atravesar para llegar a
ella. Muy al estilo de la arquitectura japonesa. De este modo todo queda
compacto en un recinto geométrico concreto.
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Por
último, en la segunda planta, se sitúa el área de medicina de familia.
La zona más alta del edificio, supone el primer paso de diagnóstico en un
paciente. De esta manera, se entiende el conjunto como una circulación
descendente donde el visitante sube hasta la última planta, es diagnosticado, y
baja al especialista para terminar descendiendo hasta salir al exterior.
Un
recorrido dirigido en función del eje Z, si hacemos referencia a nuestro
sistema de cartesiano, que queda potenciado mediante ese otro factor de
circulación que representan las plantas y queda distribuido mediante el eje X e
Y. Un espacio que, como definía SANAA en su modelo “PARQUE”:
“con un esquema que bien podría ser el de una célula, en el
que los diversos elementos que lo componen cumplen una función determinada para
servir a ese fin último, el de la vida, a la espera del chispazo que supone el
habitante.”
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Aquí
los pasillos se disuelven en el espacio para convertirse en zonas de
circulación, de estar, de relación. Lugares que llegan a abrirse y cerrarse
para ayudar al tránsito de los ocupantes. Circulaciones donde siempre, mires
por donde mires y pases por donde pases, tu mirada es capaz de escapar de un
recinto que nunca parece querer estar cerrado.
Resulta
pues, una fachada que es el resultado de una función, que, como bien aboga
Francisco Mangado, o el propio Javier García Solera, surge desde el interior, sin
ánimos compositivos y sin añadidos innecesarios. Construida a través de
esquemas, de ideas, de plantas y de secciones. La fachada no es un proyecto más
o un elemento independiente que tenga que ser encajado a la fuerza por una
serie de ventana obligadas por el programa, es espontanea, fluida, como surgen
las buenas conversaciones, las que este pretende con su entorno.
De esta manera, el edificio se presenta hacia la ciudad con
un racionalismo puro, como exigirían los cánones en todo centro de atención primaria
que se precie. Un edificio funcional al servicio de la gente, sin ánimos de
aparentar ni ser centro de las miradas, pero que arropa y protege a quien por
necesidad o gusto decidan entrar a utilizarlo.
Una fachada neutra, donde lo tectónico y permeable en planta
baja se enfrenta con lo estereotómico de la masa, de la gran caja, que,
suspendida sobre una fina lamina de vidrio, configura un espacio por
superposición de partes iguales, de más cajas.
Una fachada que surge espontanea, como surgen las buenas conversaciones, las que este edificio pretende con su entorno y que potencia con la utilización de materiales naturales, convencionales, el bloque de
hormigón visto, la cerámica como celosía que filtra la luz o el acero,
contrastan con un interior altamente tecnófilo. Materiales tradicionales que se
han recuperado para reinterpretarlos y usarlos de un modo más contemporáneo.
El resultado es una envolvente que desde el interior parece
desaparecer, pero desde el exterior se vuelve opaca. Se juega con las vistas y
se pliega ante la mirada indiscreta del que está afuera como una trampa en la
que día tras días también caen los rayos del sol.
Una
envolvente, continua 360 grados, capaz de captar su luz directa, para
transformarla en luz difusa, y proyectarla hasta el interior de cada una de las
consultas de manera equitativa.
Iluminación natural que se reparte por todo el espacio de
tránsito y que contribuye a favorecer el ahorro energético del edificio
satisfaciendo los 100 lux necesarios en zonas de espera y pasos y aportando a
las consultas una proporción de luz difusa sin sombras ni reflejos
inapropiados. El control climático se hace evidente en este proyecto.
En un edificio donde el tiempo y la vida están muy presentes,
seguramente más que en ningún otro edificio, intento que, tomando las palabras
del maestro Alberto Campo Baeza, la personas sientan “el compás del tiempo
que marca la naturaleza, acordando los espacios con la luz”. Como un reloj
natural que muestra el sol desde el alba hasta la puesta recorriendo todos los
ojos.
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En las secciones se puede ver esto mismo, las cajas dentro
del gran volumen, espacios interiores que no llegan a tocar al techo. Patios
que se abren conforme salen del edificio, de abajo hacia arriba.
Con una altura libre de 3,20m en planta sótano, 3,55m en
planta baja y 2,85 en el resto de plantas se confiere siempre una banda
acristalada de 70cm por donde se introduce la luz natural difusa a todas las
estancias interiores, luz libre de destellos y reflejos molestos para el día a día de una consulta.
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El resultado es el que se puede ver en estas infografías. Una
fachada que se vuelve opaca conforme nos alejamos. La utilización de materiales naturales. La envolvente que desaparece cuando miras desde el interior. El recubrimiento de los pilares que no pasan de la altura del dintel que acota las consultas. Ese nuevo espacio público cedido a la ciudad que permite
dar oxígeno al edificio existen y así crear un espacio más habitable. La caja suspendida sobre el vidrio que respeta la
direccionalidad principal del barrio.
En definitiva un edificio, pensado desde la gente y para la gente, que cierro con esta imagen para intentar responder, con palabras de Alberto Campo Baeza, a la reflexión que lanzaba al principio sobre la velocidad a la que se ha tenido que construir y proyectar estos años.
Comenta él en uno de sus libros que la arquitectura debería ser como el arroz, el arroz son 20 minutos. Si se aparta antes sale duro, si se deja mas tiempo se arrebata, precisa de un tiempo y de un tempo concreto como deberia ser en la arquitectura.
Por este motivo yo concluyo con esta imagen esperando haber sacado este plato justo a tiempo.
Con este proyecto cierro mi etapa como estudiante de arquitectura para convertirme en arquitecto y salir a la calle en busca de nuevos retos para enfrentarme a la realidad de la mejor manera posible, pero siempre con la ilusión y las ganas de seguir formándome y aprendiendo día a día. Esta es una carrera de fondo en la que nunca se sabe lo suficiente y nunca se deja de aprender.
A mi familia y seres queridos que me han apoyado tanto...
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