PROYECTOS VIII


Para este proyecto, el último de la carrera, dentro del grupo de asignaturas destinado a "proyectos arquitectónicos" puramente dichos, se pedía realizar, en una parcela del extrarradio de la ciudad de Murcia, próximo a los centros comerciales, un centro de emergencias y un lugar para albergar a refugiados.


Se trata de un Equipamiento Comunitario de carácter local/regional que debe albergar dos núcleos diferenciados: un “Centro de Coordinación de Emergencias” y un “Área asistencial de Refugiados”.
El primero debe dar cobertura a labores de mando y coordinación a escala regional, y disponer de instalaciones y vehículos de intervención a escala local (de ciudad).

El segundo debe atender las necesidades básicas de una población de 90 refugiados estacionales (hasta 1 año de permanencia en las instalaciones), más servicios para atender una emergencia de hasta 510 personas durante 1 semana (catástrofes), hasta su recolocación.
Dadas las características de la parcela se debe proponer un diseño integrador, aunque queden muy diferenciadas a nivel funcional ambas unidades.

La primera de las partes, el CENTRO DE COORDINACIÓN Y EMERGENCIAS estaba compuesto por un complejo programa que debía albergar diferentes funciones y estar preparado para funcionar las 24 horas del día los 365 días de año a pleno rendimiento, por lo que controlar las circulaciones y diferentes usos era aspecto importante dentro de la concepción de idea.



En estas arquitecturas propias de servicio, al más puro estilo, donde buscar lo útil, lo verdadero, lo necesario... se convierte en tarea imprescindible, huyendo de aquello que no aporta más que ornamento y no resulta útil hacia ningún cometido, este edificio pretende erigirse sobre el terreno desde el más puro racionalismo, expresando con sus fachadas, como ya lo hicieran en su época Grassi, Aldo Rossi o Terragni, el resultado de un programa de necesidades, sin alardes, únicamente jugando con la escala en su fachada principal y teniendo en cuenta el soleamiento de una ciudad en la que apenas existen los días sin sol.

Partiendo desde la geometría pura de un cuadrado de 40 x 40 metros, donde se resuelve el programa de emergencias, se posa sobre el basamento un edificio más institucional que parece flotar sobre el gran volumen a modo de pódium y al cual, no parece tener acceso desde ninguno de sus cuatro alzados. Imprimiéndole así aun carácter más privado y personal.

De esta manera se obliga al visitante a abordar el acceso al edificio desde su eje de simetría, en el centro, por la fachada principal, aquella que se dispone con ventanas dobles por planta, duplicando así el número de huecos y transmitiendo una escala de mayor tamaño a la que realmente tiene.

Se procura otorgar la importancia que se merece cada parte del edificio, quizás entendido como un todo, quizás leído como dos piezas distintas. Todo forma parte de la atmósfera que crea el propio edificio y que tienen como nexo de unión la función.

La segunda parte del ejercicio consistía en realizar un centro para refugiados, preparado para acoger a varios centenares de personas necesitadas. Bien por motivos especiales o procedentes de catástrofes naturales.

En esta ocasión se entiende el programa con un sentido más doméstico, un lugar que debería albergar a una población que viene de pasar una situación complicada, con pocos recursos y en periodo de adaptación.

Por este motivo el proyecto surge sobre la idea de crear una pequeña ciudad. Un lugar acogedor, alejado de los macro edificios impersonales de grandes cajas donde guardar cualquier cosa. Se trata de albergar a personas.

El proyecto es el resultado de la unión de varios edificios, “equipamiento + casa”, que forman esa pequeña comunidad desde la cual empezar una nueva vida. Casa con la forma más primitiva que se conoce, equipamientos como el negativo a estas estancias vivideras primeras, en el centro, la plaza del pueblo, el lugar de reunión.


En esta parte del ejercicio cada uno de los edificios representa, por sí mismo, un proyecto distinto para explicar de manera pormenorizada, los barracones que se protegen, los grandes edificios para familias de larga estancia, los talleres o el comedor y el centro médico, se proyectan siempre pensados por y para la gente. Como decía Peter Zumthor “la buena arquitectura debería acoger al hombre, dejarle que habite allí y no abrumarle con su charla”.